El ginecólogo congoleño Denis Mukwege ha recibido un Premio
Nobel de la Paz 2018 enormemente merecido.
La región del este de la República Democrática del Congo
tiene un buen número de ricas minas, de diamantes, de coltán (material
necesario para los teléfonos móviles), y otros metales. Esta riqueza se ha
convertido en una maldición. Un elevado número de grupos armados se disputan de
manera cruenta los beneficios de estas minas, de manera que la zona es un
territorio incontrolable por parte del Gobierno central, por otra parte bien
poco útil.
La peor estrategia usada en esta maldita guerra, que dura
desde hace más de 20 años, un día teóricamente terminada, pero que ha
continuado en la práctica, es el ataque y la violación sistemática de mujeres y
niñas del territorio del bando contrario. Porque, increíblemente, en aquella
sociedad, una mujer violada es rechazada por la propia familia, sobre todo si
es soltera, puesto que se cree que ya no sirve para ofrecerla a nadie en las
debidas condiciones. Ello rompe las familias y la misma sociedad, que es lo
que se busca por parte del bando enemigo. Como se puede temer, el bando
perjudicado hace lo mismo a la inversa.
Lo anterior, con ser tan horrible, no es todavía lo peor. El
odio y la maldad son tan grandes que, muchas veces, la violación no es
corporal, sino que se produce con cuchillos y armas cortantes, para destruir
más.
Desde hace muchos años, el doctor Mukwege, en el hospital de
Panzi, en la ciudad de Bukavu, se dedica totalmente y gratuitamente a la
reconstrucción ginecológica de órganos sexuales de mujeres y niñas. Con una
guerra que, ante el desinterés del mundo, se alarga de 20 años... el doctor y
sus colaboradores han atendido y sanado a más de 40.000 mujeres y niñas de
desgarros genitales.
Como quiera que Mukwege no se limita curar, sino que denuncia
a los grupos y autoridades culpables del horroroso desmán, está amenazado de
muerte y ha sufrido varios intentos de asesinato. Años atrás se dirigía de su
casa al hospital protegido por una escolta de soldados de la ONU. Ahora,
simplemente, vive dentro del hospital, igualmente protegido, salvo cuando viaja
por el mundo denunciando los crímenes de su país. Este es, hoy día, el mayor
horror que se da en el mundo, pero la Caverna mediática guarda silencio.
He aquí un Nobel muy bien ganado.
(Información procedente de la revista Mundo Negro, de un
grupo misionero)