Me sabe muy y muy mal incidir por tercera vez en el mismo tema. No es mi
estilo. Amo la concreción y la brevedad. Pero es que no puedo más. Se trata del
honor del apóstol Pedro, puesto en entredicho por el libro “Hechos de los
apóstoles”, y de quien, pobre de mí, llegué a pensar mal.
Los aspectos del caso se deben recordar:
*El libro de los Hechos, escrito en los años 70,
cuenta que Pedro, en los años 30, en su primera exposición oral ante un grupo
de personas que aceptaban el mensaje cristiano, al ser preguntado sobre “qué
debían hacer”, les había respondido:
“Convertíos, y que cada uno de vosotros se haga
bautizar en el nombre de Jesucristo para obtener el perdón de los pecados, y
así recibiréis el don del Espíritu Santo.”
Era una reducción tremenda del mensaje de Jesús.
*Un servidor llegó a escribir:
“Creo que tenemos motivos para no sentirnos satisfechos de la actuación de
Pedro.” Frase que mantendría, aunque me doliese mucho, si creyera que fuera
cierto que Pedro hubiera dicho estas palabras.
Pero muy pronto empecé a preguntarme, cada día un
poco más:
¿De verdad Pedro dijo, en los años 30, lo que se
le atribuyó haber dicho en los 70, cuando ya había muerto (se cree muy probable que fue en el año
64; por cierto, también Pablo en el 67)?
Cuidado: estamos ante una situación delicadísima: O Pedro falseó el mensaje
de Jesús, o el autor o los autores, consejeros… del libro de los Hechos
falsearon las palabras de Pedro. Planteado el tema así, sin más, creo que ni
yo, ni nadie, podría dilucidar cuál de las dos desgracias ocurrió de verdad.
Sin embargo, como resultado de un par de mensajes
entre ambos, el teólogo José M. Castillo me aconsejó la lectura del libro “Del
movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana”, del profesor Rafael Aguirre.
Consejo agradecidísimo y utilísimo. Es un estudio sociológico de las
comunidades cristianas de las primeras décadas.
Resumiendo “mucho” las informaciones del autor, expongo lo siguiente:
1)En las sociedades judía, griega y romana, la
familia era el núcleo básico y fundamental.
2)Dichas familias tenían una gran cohesión, tanto
afectiva, como económica, cuanto religiosa. Eran amplias y comprendían a veces
varias generaciones. Y siempre bajo la dirección indiscutible del abuelo.
3)Si una familia se convertía toda al cristianismo,
no había problema alguno, y persistía la misma cohesión de siempre, aunque con
otros valores.
4)Pero si se convertía uno de sus miembros, por
ejemplo un hijo, y ese nuevo cristiano se sentía obligado a ejercer actitudes
de ayuda a personas necesitadas, cual le correspondía, y ello afectaba la
economía, que era totalmente familiar y estaba bajo el control absoluto del
abuelo, se producían problemas familiares, y si estos se daban a menudo, se
generaba una crisis familiar. Había veces en que el hijo cristiano (o quien
fuera) era expulsado de la familia o bien él optaba por salir de ella y
juntarse a una familia cristiana que quisiera acogerlo.
5)El conjunto de los abuelos de la ciudad
constituía una especie de franja dirigente y tenía un “poder” que influía en
muchos aspectos.
6)A los abuelos no les debían gustar nada ideas
nuevas que pudieran crear problemas a sus familias.
7)Poco a poco se fue fraguando la idea, entre
abuelos y activistas-militantes de las comunidades cristianas, núcleo de lo
que, más adelante, sería la Iglesia, de que quizás fuera mejor predicar un
mensaje cristiano más moderado, menos comprometido, incluso más fácil para
todos, en bien de la paz en la sociedad y las familias.
8)Alrededor del año 70, ya muertos los dos
apóstoles principales, estoy seguro de que debió parecer el momento más
propicio para empezar a divulgar un nuevo mensaje cristiano, más acorde a las
necesidades sociales.
9)Pero los promotores de tal idea debieron pensar
que se debían hacer las cosas “bien”. Que nunca se pudiera decir que se “había
cambiado” el mensaje. Que el mensaje era el mismo. Que cuando menos a las nuevas
generaciones les constara oficialmente que el mensaje cristiano había sido
siempre el mismo: “Creer en Jesús”. Y ello desde el mismo primer sermón de
Pedro en los años 30.
10)Y así se debió hacer. Y el nuevo libro, “Hechos de los apóstoles”, sería
la garantía de continuidad del mensaje cristiano, desde Pedro.
Con toda esa información, entiendo que, en aquella época, hubiera muy
potentes sinrazones para que malos dirigentes cristianos cedieran a la
“moderación”. Entonces creo que tengo más de un 90 por 100 de probabilidades de
que fue el autor de los Hechos quien falseó las palabras de Pedro. (Autor que,
vuelvo a decir, nunca pudo ser el evangelista Lucas.)
Si ello fue así, como lo supongo, se trató de algo en extremo ruin,
despreciable y canalla.
Pero alrededor del año 70 también se empezaron a divulgar los tres primeros
evangelios (el cuarto sería bastante más tarde). Los principios de Jesús fueron
divulgados por primera vez por escrito, debidamente acompañados del libro que
pretendía desvirtuarlos.
Y así empezaría la coexistencia que siempre ha habido, entre moderados y
partidarios reales de Jesús. Hasta hoy.