Algunas personas conocidas han manifestado dificultades para comprender mi análisis del libro “Hechos de los apóstoles”. Especialmente, me han insistido en las dificultades que hubiera habido en el caso de querer hacer intervenir a todos los apóstoles, o varios de ellos, en la narración del libro, por las dificultades de comunicación existentes, y mucho más para reunirse. Puesto que lo normal era que estuviesen en lugares distintos y quizá algo alejados, cada uno llevando a cabo su misión.
Creo que tienen razón, y entonces, lo que yo califiqué como la pregunta del
millón (¿por qué se había silenciado a la mayor parte de los apóstoles?) queda relativizada,
sin que la suprima como pregunta a considerar.
Sin embargo, mi punto fuerte era (y es) la diferencia entre el mensaje de
Jesús y el mensaje de los principales apóstoles, según los ejemplos que yo
exponía. Para hacer entender mejor mi argumentación, se me ocurrió comparar dos
textos bíblicos parecidos en su forma (la pregunta) pero muy distintos en su
contenido (la respuesta). Son esos dos:
La gente le
preguntaba [a Juan Bautista]:
Así, pues, ¿qué
tenemos que hacer?
Él les respondía:
Quién tenga dos túnicas,
que dé una a quien no tiene, y quien tenga alimentos, que también los comparta.
Entre quienes
iban a hacerse bautizar, había incluso unos publicanos [cobradores de
impuestos], que le decían:
Maestro, ¿qué
tenemos que hacer?
Él les respondió:
No exijáis más de
lo que está establecido.
Igualmente, unos
soldados le preguntaban:
Y nosotros, ¿qué
tenemos que hacer?
Él respondió:
No uséis la
violencia ni presentéis falsas denuncias para sacar dinero de nadie, y
contentaos con vuestra soldada.
(Lc 3: 10-14)
Cuando oyeron
esto, se trastornaron y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles:
Hermanos: ¿qué
tenemos que hacer?
Pedro les
respondió:
Convertíos, y que
cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para obtener
el perdón de los pecados, y así recibiréis el don del Espíritu Santo. (Más
tarde les añade: Apartaos de esta generación perdida.)
(Hechos 2: 37-41)
Bueno, compas, yo
soy totalmente consciente de que, con un hecho y otro hecho, no tengo base
estadística para “demostrar” nada concreto, pero quiero llamar la atención
sobre el hecho de que, en el esquema del libro, el autor da a Pedro tres
oportunidades de plantear a un grupo de nuevos cristianos cuál debe ser la
nueva forma de vida a la cual se les invita. Son el caso citado de Ac 2: 37-41,
tras la recepción del Espíritu; Ac 3: 11-26, tras el discurso en el llamado
Pórtico de Salomón; y Ac 10: 34-43, en casa de Cornelio.
En el primero,
como he descrito, invita a convertir-se, bautizar-se y poca cosa más. En las
otras dos ocasiones, ni siquiera les plantea nada. Claro que me dirán que en el
discurso del Pórtico fue interrumpido por los sacerdotes y la guardia, y que en
casa de Cornelio se quedó unos días, y en ellos algo les diría. Bueno: eso no
es serio. O es un libro donde se muestra la vida de los primeros cristianos y a
qué se les invita, o es un libro de anécdotas.
Creo que tenemos
motivos para no sentirnos satisfechos de la actuación de Pedro.
Y entiendo que
ello significaba regresar, de un camino de liberación propio y de los demás, a
una religión basada en creer y algunas cosas más.